Cientos de niños soldados se han desarmado en Pibor (Sudán del Sur). Pero los efectos quedan.
Richard (nombre ficticio) mató varios soldados cuando tenía solo 13 años y formaba parte de un grupo armado en Pibor (Sudán del Sur). Después de haberlos matado, junto con otros compañeros, desnudaron a los cadáveres y escaparon. Richard dice que fue un accidente. «Defendí mi vida», recuerda. «Era una cuestión de ellos o yo, y tuve que tomar una decisión rápida». Él insiste en que no es un asesino, porque lo atacaron y tuvo que sobrevivir. «Fue un accidente», repite.
Charles (otro nombre ficticio) tuvo que hacer lo mismo cuando tenía 14 años. «Estábamos en el bosque y unos soldados atacaron nuestras posiciones», recuerda Charles, «y tuve que disparar mi arma para salvar la vida». Justo después volvió a casa, entregó la escopeta y su familia contrató un curandero tradicional que quemó unas hojas y le hizo inhalar el humo. «Después de eso, estoy limpio». Él cree que su crimen se desvaneció con el humo.
Muchos ex niños soldado muestran comportamientos agresivos y tienen grandes dificultades para retomar su vida civil. La mayoría de ellos no quieren volver a la línea de frente, pero sin duda sufren graves problemas para olvidar el infierno por el que pasaron.
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