Alguien me dijo hace tiempo que los mejores reportajes son aquellos que se hacen en tierra propia. Entonces no estaba convencido.
Siempre había pensado que los temas que son ajenos a la cultura y raíces del periodista son los que se tratan con más motivación, rigor y transparencia. Egipto, Darfur, Etiopía, Perú… estaban para mí desvinculados del aburrimiento que me suponía trabajar en casa. Pero quizás ahora lo vea distinto.
Documentar lo que pasa en nuestro propio entorno, como lo que ahora estoy empezando a hacer con los inmigrantes y refugiados que viven y luchan en Barcelona, puede dar sorpresas agradables. La seguridad de saber con qué se enfrentan los recién llegados en Cataluña, la confianza que me da conocer las calles y la gente que a menudo asustan a los extranjeros y la certeza de que estoy haciendo algo trascendental para mi sociedad, hacen que el proyecto valga la pena.
Ahora sí creo que no hay que ir siempre lejos para desarrollar buenas historias que interesen al público. Si el trabajo fuera, oxigena; el de casa, llena de sentido.
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