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El cosmos del Darfur

Zagawa, Berti, Fur, Rezeigat, Dinka … Estos son los nombres que tienen algunas de las cien tribus que viven en el Darfur que, además, se ramifican en otros matices en función de las migraciones que se van produciendo últimamente. Muchos basan las razones del conflicto del Darfur en las disputas tribales, básicamente por el control de los recursos naturales. Y estas rivalidades se vuelven fraticidas con un odio tan radical que algunos de ellos brindarían por la exterminación de la comunidad rival. Pero a la vez, son incapaces de identificar a los miembros enemigos sólo por sus rasgos físicos. Ni siquiera lo pueden saber por la ropa que llevan o la comida que cocinan. A veces, tienen sus dudas cuando prestan atención a la dicción y al acento con que el hablan el árabe. Para saberlo con certeza, deben descubrir el lugar donde nacieron, sus orígenes familiares y, sobre todo, cuál es el nombre de su líder.

Los siete retratos de arriba representan siete miembros de tribus diferentes del Este de Darfur. Algunos de ellos son árabes, otros no-árabes. Algunos viven en campamentos de desplazados y otros son precisamente los propietarios de las tierras donde se han levantado improvisadamente estos campamentos. Y algunos pertenecen a tribus del Darfur que están históricamente enfrentadas entre sí. Si los observamos totalmente descontextualizados, sin nombres, ni escenarios, sólo mostrando la cara y una parte de su vestuario, apenas podemos distinguir unos de otros. Así fotografiados, diríamos que simplemente son habitantes de Darfur.

Con esta base parte un proyecto fotográfico que promete ser de larga duración. El objetivo es retratar representantes esporádicos de la mayoría de tribus de Darfur, descontextualizándolos para que sólo aparezca la persona, el individuo en su estado puro, sin que nadie les pueda pre-juzgar por lo que representan. Se trata de una forma de reivindicar la estupidez humana en los conflictos armados y, en este caso, en el del Darfur. Sin ser capaces de convivir en una tierra que tiene el tamaño de Francia, tampoco son capaces de dar razones convincentes que justifiquen por qué los Berti odian a los Zagawa o por qué los Dinka se han enfrentado durante tantos años con los Rezeigat.

Estamos hablando de las mismas diferencias que hay entre tutsis y hutus, entre bosnios y serbios y entre suníes y chiíes. Ninguna. Tan sólo existe la diferencia cultural que las generaciones anteriores les han estampado en la carcasa de su piel, como si fuera un tatuaje imposible de borrar. Pero dentro de sus venas, sólo corre la sangre humana.

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