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El héroe

Ibrahim Hamid Mohamed es uno de los héroes anónimos de Darfur. Lo conoce muy poca gente, pero él tampoco está interesado en la fama ni en los reconocimientos. Él sólo se guía por lo que le dicta su moral y eso lo hace aún más grande.

Hace tiempo que el señor Hamid, maestro de vocación, no tiene trabajo, pero no por eso se queda parado.

Cada día por la mañana, sale de su cabaña y camina dos horas hasta llegar a la escuela de Um Maraheik, en el Darfur Norte, para enseñar a unos sesenta adolescentes del pueblo. Si no fuera por él, todos estos jóvenes se quedarían sin educación y, o bien deberían ponerse a trabajar o bien tendrían que desplazarse a las escuelas de El Fasher (a más de dos horas en autobús).

La misión de las Naciones Unidas en el Darfur construyó el año pasado en el pueblo una escuela nueva con seis aulas, pero de momento el Ministerio de Educación sudanés no tiene fondos para contratar maestros. Así pues, cada día llega el señor Hamid, reúne tanto chicos como chicas en una sola aula (en Sudán, las escuelas no son mixtas) y llena las horas del día con todo tipo de lecciones (matemáticas, lengua, historia, física… e incluso deporte).

«No quiero que el esfuerzo que se hizo para construir este centro se quede en nada y lo quiero dignificar con lo mejor que sé hacer», explica el maestro.

Ibrahim Hamid es de aquellas personas que hacen que la vida, a pesar de sus injusticias, merezca la pena. Incluso en el Darfur, donde parece que la educación está a la cola de las prioridades.

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