Mientras la ayuda humanitaria se encuentra cada vez más limitada, el país puede afrontar pronto una cruel ola de hambre.
Un reciente artículo en la edición africana digital de la revista Forbes (en francés) me hizo reflexionar como es de cruel la existencia de la gente de Sudán del Sur, que además de padecer una larga guerra fratricida, desplazamientos, epidemias, falta de recursos y una cruenta crisis económica, debe afrontar también una de las peores agonías para un ser vivo: el hambre.
Agencias de las Naciones Unidas advierten que cerca de 3 millones de personas, una cuarta parte de la población, sufren una «necesidad urgente de ayuda alimentaria», y que 40.000 ya son «al borde de la catástrofe». ¿Qué queda pues tras estas cifras? Pues sólo incrementarlas un poco más, que es bastante probable, y concluir con la muerte, que es el resultado final de todo este sin sentido.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para replantearnos el orden mundial y afrontar con más profundidad las crisis, no sólo en Sudán del Sur, si no en tantos otros lugares del mundo que están sufriendo la barbarie de unas políticas egoístas y un mercado deshumanizado?
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