Siempre he sido reacio de hacer comparaciones entre los países de los llamados primer y tercer mundo. Creo que nunca son justas ni realistas. Pero de forma inconsciente no pude evitarlo después de mi último viaje a un centro comunitario del campamento de desplazados de Tawila, en el Darfur Norte. Allí, las mujeres trabajan duro en varios proyectos cooperativos y, muchas de ellas, lo hacen con sus bebés literalmente cargados a sus espaldas. Mientras fabrican ladrillos, estufas u otros utensilios domésticos, mientras cocinan o limpian o, incluso, cuando están trabajando en el campo, sus niños duermen, lloran, ríen o simplemente observan sobre los hombros de las madres.
En el Darfur obviamente no hay «canguros» para hacerse cargo de los hijos y cuando éstos ya tienen la edad para empezar a caminar, las madres los dejan correr libremente con la confianza de que los miembros de la comunidad tendrán ojos para ellos en todo momento.
Es una suerte ver que todavía hay maneras diferentes de hacer crecer a los niños!
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