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El sunami llega a nuestras costas

Ja hace décadas que el pequeño agricultor sufre en África, Sudamérica y Asia. Ahora nos toca a nosotros.


La autovía en Tàrrega cortadada en una manifestación agrícola. © Albert González Farran (EFE)
La autovía en Tàrrega cortada en una manifestación agrícola. © Albert González Farran (EFE)

Siempre he considerado injusto comparar la situación que viven los habitantes del mal llamado Primer Mundo con los que sufren las miserias en los países aún por desarrollar. Pero es que es inevitable en casos como el que hemos vivido en los últimos meses en España, en el que ganaderos y agricultores están saliendo a la calle para reclamar la ayuda de la administración para salir de un pozo cada vez más profundo . Y es que los mercados están marcando unos precios que están haciendo cada vez más imposible la supervivencia del sector primario.

Partiendo de la base de que estas reivindicaciones son legítimas, hay que recordar que no son nuevas. Por lo menos, en el conjunto del planeta. Ya hace décadas que los pequeños agricultores de países tan separados como Etiopía, Bolivia e India, entre muchísimos otros, están abandonando su actividad porque ya no pueden vivir de ella. Las megalópolis de los países en vías de desarrollo han sido provocadas, en su mayor parte, por un éxodo masivo de campesinos que se han visto arrastrados a la miseria. Precisamente por motivos parecidos de los que ahora se quejan nuestros campesinos: por los efectos de un mercado asesino.

Hay que contextualizar los males, no para quitarles importancia, sino para darnos cuenta de dónde venimos, hacia dónde vamos y para confirmar que en este mundo todo está conectado. Y que los males que nos parecen muy lejanos, tarde o temprano nos llegarán también a nosotros. Como un tsunami imparable.

Es recomendable leer El Hambre (2014) del periodista Martín Caparros. Aquí nos muestra el drama del hambre y de una producción alimentaria cada vez más desigual e injusta. Aquí se explican episodios negros como la práctica cada vez más común del suicidio en regiones agrícolas indias en las que ninguna otra salida parece posible. Y, de ahí, un infinito abanico de situaciones que históricamente han vivido los pequeños campesinos de distintos rincones del mundo.

Aparte de conmovernos, debería darnos miedo. Porque después de ellos, nos tocará a nosotros.

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