El veterano fotoperiodista barcelonés Joan Guerrero clasificó hace tiempo a los fotoperiodistas en dos grupos bien distintos: los pescadores y los cazadores. Los primeros son aquellos que se sientan sobre la piedra de un río, lanzan la caña y esperan pacientemente hasta que la fotografia aparezca; los cazadores son aquellos que van a la busca de la imagen, bajo la presión del tiempo y a punto para disparar en cualquier momento. Los primeros cocinan sus trabajos a fuego muy lento; los segundos lo hacen de una forma más repentina. Pero los dos tienen la obligación profesional de hacerlo magistralmente, captando el momento, el mensaje y el atractivo estético al mismo tiempo.
El programa Àgora de Televisió de Catalunya, dirigido por Xavier Bosch, entrevistó anoche un buen ejemplo de cada categoría: Samuel Aranda, ganador del World Press Photo del año pasado, y Emilio Morenatti, el flamante premio Ortega y Gasset 2013 de periodismo gráfico. El primero es un fotoperiodista free-lance que suele invertir muchos meses a un proyecto; el segundo trabaja para a la agencia norteamericana Associated Press y encadena coberturas y viajes de una forma vertiginosa, al ritmo de la actualidad más rabiosa.
Durante toda una carrera profesional, uno puede saltar de un grupo al otro, al ritmo de los ánimos y las inquietudes que dictan las circunstancias. Pero en cualquiera de los dos casos, uno debe ceñirse a la rigurosidad, la decencia y la sinceridad. Sin estas cualidades, uno no puede ser un buen pescador ni un buen cazador.